Mes: octubre 2015

Una frontera con ponzoña

Acabo de leer una novela breve de José Pulido,Paisaje de ponzoña (NSB, Grupo editorial, 2015). Asombra por su estructura fragmentaria, dislocada, que cuenta una realidad que a nadie le gusta: la vida de frontera. No cualquier vida, esa vida a la que tememos y pasamos rápido por ella. Pienso en cuál frontera pudiera ser, y viene a mi memoria aquella que vi de lejos, en el Territorio Amazonas, una donde podíamos pagar en bolívares, estando en el otro país, su vida monetaria estaba lejos del control de los bancos centrales de cada uno de los países que cruzaba. Unas lanchas nos podían trasladar hasta allí, a través de un caño, como los del Delta Amacuro. ¿Casuarito? Este era (lo digo en pasado como una esperanza) un pueblo gobernado por la FARC. Pero puede ser  cualquier parte de Venezuela.

Todo en este libro tiene veneno. Personajes involucrados en crímenes, todo es delito, hasta un cura encubre las relaciones entre una guerrilla y el pueblo que ha tomado en sus manos ensangrentadas. Pero también todo es candidez, los que se han marchado de este pueblo sin nombre ejercen oficios en urbes de las que no pueden salir tampoco y como siempre escuchamos a sus padres ignorantes de su verdadero oficio o lo ocultan por vergüenza. Narrada con fuerza poética Paisaje de ponzoña salpica de realidad lo que intuimos o sabemos, pero sobre lo que nadie hace nada.

Este nuevo libro del narrador que es Pulido, que desde sus primeras novelas (Los mágicos, El bululú de las ninfas, o sus últimos libros publicados: Los villanos son héroes tímidos, El requetemuerto, etc…) se ha tomado para sí contar la violencia, describir cómo se forma un delincuente violento, desde su vida miserable en medio de la pobreza como fatalidad, esa naturaleza que los sociólogos han explicado hasta el cansancio. Es la violencia sobre los seres humanos, esta vez desde el borde incontrolable de la orilla del país.

Pulido, como si fuera un pintor de frescos, como llaman esos cuadros fantasmales hiperrealistas, donde está todo, los retoma de manera directa y nos los sirve en la mesa como para que recordemos que tenemos una deuda en la sobremesa de nuestras vidas: la realidad de nuestras fronteras. Esa, que solo esta demarcada en los mapas pero que en verdad no hay tal líneas de rayas que nos separen. Está ahí, al lado, con el vecino o en la persona que trabaja en las casas, de doméstica o servicio como las llaman, obreros o especialistas, taxistas, esas personas que vinieron a buscar otra vida, honestas. De todo en ese paquete de migrantes que lentamente han visto que las fronteras de un estado han desaparecido, que aquí también pueden estar haciendo negocios sucios sin ningún control. Todas y todos vienen de esas violentas fronteras. Pulido demuestra con este libro, que no hay límites, que todo es todo y está revuelto y confluirá en un punto: nosotros. Lo que desde hace tiempo perdemos país. Ahora Guyana, antes San Antonio o Maicao, cualquier día una isla, pero mucho antes, fue por el mar y su viejo contrabando. Lo que llaman ahora “bachaqueros”, nómadas que cazan y pescan con su cédula de identidad, o su huella digital no es nada nuevo. Un país poroso por todos lados.

Muchas conversaciones del día a día venezolano giran en torno a la realidad política, como si fuera algo alterno a nosotros, que nos acompaña como un ángel angustiado y confuso. Unos dicen que cada lado está en problemas, que viven grupos diferentes, intereses, ausencia de valores, ausencia de ética, con diversos grupos, etc… De esas conversaciones recojo una parte referida a quienes gobiernan y sus diferentes clanes. Uno de los factores que gobiernan están en las cárceles, son los llamados pranes, incluso, escuchamos sus historias desmesuradas y nadie se inmuta; después de leer este libro extraño en nuestra narrativa, la imagen de que unos pranes controlan nuestras vidas no deja de estremecerme. La idea de un superestado, al que el Estado formal (el de la Constitución) no puede y no quiere controlar, paraliza y asusta.  Después de leer esta novela, uno siente que el narrador metió la realidad en una licuadora y mezcló todo, un todo de donde no puedes salir si no apagas las aspas que nos están licuando.

Sus capítulos cortos y seguidos como un rollo de papel, recuerdan las imágenes que se superponen unas a otras, a veces, los personajes continúan en el próximo capítulo otras no, al rato regresan con conversaciones trascendentes en un paisaje sin ninguna importancia. Un helicóptero puede estallar y es parte del paisaje y aparecen carros oficiales que van como a ver un espectáculo consabido, como en las películas donde la policía siempre aparece tarde. Saben que el control está más allá de ellos, que apenas son personajes de relleno en una realidad que está controlada en otro lugar. O un poeta cándido que se ve involucrado en una atraco de guerrilla urbana, que no se sabe adónde va el dinero que ellos sospechan que trafica un editor y en medio del asunto, el poeta ofrece leer unos poemas y acuerdan editarle el libro para evitar que hable del atraco chambón de unos guerrilleros de pacotilla, que pertenecen a esos colectivos sonsos que repiten consignas. No es parodia pero parece. A ratos no podemos creer que esto sea verdad, pero si la cotejamos con la narrativa de los pueblos fronterizos veremos su espejo en esta novela.

Pulido construye personajes entregados a una manera de vivir, sin salida, anacrónica, donde gobierna la violencia, otro orden sin Estado y sin leyes, solo el más fuerte es el que manda. Negociantes que construyen viviendas para entregárselas a los amigos, ladrones que roban ladrones en nombre de una utopía imposible, como todas, vidas sin vida, “vidas secas” que pululan en esa realidad con otro lenguaje. La lengua que allí se habla es de pólvora. Un gran negocio a placer para los ejércitos de ambos lados, un lugar liberado para el delito, como se dice ahora de las llamadas zonas de paz.

Narración del vértigo, donde  no tienes tiempo para respirar sosegadamente. Novela sin ningún artificio, novela que observa. Cruda. Los personajes van y vienen, no hay tiempo, todo transcurre sin día y sin noche, son personajes de vidas fragmentadas, inevitables desechos sociales. Espacio donde solo se siente el rumor del Estado o los otros como una sombra inútil, no hay diferencia alguna, son como “moscardones molestos” lejanos helicópteros que sobrevuelan la zona donde viven estos seres olvidados de todo orden o insinuación de un poder que ordene o ayude a vivir sus pobres vidas de lagartijas, como dice el narrador “el abandono es una palabra amarga en cualquier recuerdo”.

Solo Ezequielito, un niño, pequeña esperanza torcida, como su edad, o como dice su madre “inocente pero dañado”, se salva cuando cruza la frontera de agua que los separa del mal esquizoide que lo persigue desde niño, allí deja de escuchar las voces y cantos que lo atormentan. Pero se tiene que ir de aquel infierno que arma la guerrilla y sus testaferros. Personajes agrios, dulces, duros, jóvenes perdidos en la cocaína, si esperanzas, putas, cándidos, malos, buenos metidos en un espacio que ya no es de ellos, solo el otro lado del río saca a Ezequielito de aquella realidad si solución.

Pudiéramos decir que Ponzoña de paisaje es una novela pesimista, o  de un humor paródico también. Una novela que cuenta la inmadurez de ciertas utopías o de ciertas sociedades. Llena de personajes que no saben que va a pasar. Personajes sin país. Pulido es un novelista que entra en sus personajes y desde su corazón cuenta lo que cada uno de ellos siente desde la compasión. Como dijo en una entrevista reciente Rafael Chirbes, el asombroso novelista español autor de Crematorio –el narrador del “presente” como dice la crítica y que acaba de fallecer– narrar siempre es  desde “una tercera persona compasiva”. Así es este narrador, narra la vida de los otros, la de los que le abrieron las puertas al mal, la suya va en la poesía.

Julio Bolívar

Editor, profesor especialista en Literatura Latinoamericana

Conociendo a un escritor

¿Qué día nació y en que parte de Venezuela?

Nací el 1 de noviembre de 1945 en Villa de Cura, estado Aragua

¿Qué razón lo motiva a escribir?

Cada ser humano nace con facilidades para unas cosas y con dificultades para las otras. Hay quien nace para hilar fino, para matar, para sembrar, para enfermarse, para cantar, para resistir bajo el agua, para correr más que otros y así sucesivamente: no sé a qué se debe. Yo tengo la facilidad para escribir y la necesidad de hacerlo por el puro gusto de lograr que una frase conmueva, retrate, alegre o sencillamente exprese lo que he sentido al construirla.

¿Para usted “escribir “es una profesión o un hobby?

Mi profesión es la comunicación social, el periodismo, que se debe realizar conociendo el lenguaje, escribiendo y hablando. Escribir no es una profesión. Es una obsesión por poseer el arte de la escritura. Cualquiera escribe, pero no cualquiera puede hacer de la escritura un arte. Por lo tanto no creo que haya alguien que tenga la escritura como hobby. Eso hablaría muy mal de esa persona.

 ¿Qué es lo más difícil de ser escritor?

Conseguir lectores que entiendan.

 ¿Qué le hizo saber que se dedicaría a ser escritor?

En la infancia estuve enfermo y debí guardar cama durante más de un año. Me llevaban libros y colecciones de historietas. Hasta que descubrí el placer de leer. Me desmayaba cuando leía algo impactante o extraordinario. Y quise lograr eso algún día. Publiqué mi primer cuento a los catorce años de edad.

 ¿Tiene alguna rutina para sentarse a escribir?

Me levanto todos los días a las cuatro de la mañana y escribo hasta las ocho de la mañana. Después lo vuelvo a hacer durante el día entre las seis y las nueve de la noche. A esa hora me acuesto.

 ¿Tiene alguna musa de inspiración?

Primero mi esposa: para ella escribo. Luego me inspira la ignorancia perenne que me posee. Ignoro tantas cosas, que todos los días también dedico mucho tiempo a la lectura: leo en cualquier parte, en cualquier espera. Acudo  a los grandes autores, a los fuertes, a los que nunca serán olvidados. Y leerlos me inyecta fuerza, pasión, deseos de seguir escribiendo.

¿Cuál o cuáles autores lo inspiraron para escribir?

En la infancia Rómulo Gallegos, Salgari, Jorge Amado; después Dostoievski, Kafka, García Márquez, Faulkner, Borges, el Dante, Shakespeare, Flaubert, tipos así.

¿Cuál es su mayor logro literario?

No tengo un logro que se pueda medir en éxitos, en reconocimientos, en respuestas de esa índole. Sólo he logrado mantenerme escribiendo con la idea de alcanzar una expresión más elevada.

 ¿Cuál es su peor error literario?

Cualquier error es peor. Todo lo que he publicado podría ser un error. Eso lo dirán el tiempo y los buenos lectores que vayan formándose y apareciendo por ahí.

 ¿De sus obras cuál ha sido la que más ha disfrutado escribir?

En mi caso, la que estoy escribiendo es siempre la que más disfruto. Pero no escaparé de la pregunta…  con El bululú de las ninfas y El requetemuerto, me sentí desenfadado. Me divertí en algunos capítulos.

 ¿Qué está escribiendo?

Ya me he pasado cinco años escribiendo una novela histórica. Espero terminarla el año que viene.

¿Qué libro le hubiese gustado escribir?

Las mil y una noches.

¿Existe el temor frente a la hoja en blanco?

No creo que sea temor. Es más bien confusión.

¿De no ser escritor qué le hubiese gustado ser?

Cuarto bate de los Yankees de Nueva York

¿Los premios son importantes para la carrera del escritor?

Si te los dan en el exterior y pasan de cien mil dólares.

¿Cuál género no se ha atrevido a escribir?

Ningún género me da miedo. Eso no significa que pueda escribirlo con la altura que requiera cada género. Mis primeros libros fueron dos poemarios publicados en el año 1971 o en 1972. Después publiqué, hasta ahora, seis novelas, dos libros de entrevistas, uno de cuentos y otros tres poemarios. Y la biografía de Gustavo Dudamel.

 ¿Cuál autor venezolano actual recomienda leer?

Actuales somos todos. Y aunque lamentablemente falleció y hoy corre el riesgo del olvido, el más actual de los narradores, según mi opinión, es Salvador Garmendia. Si desean que hable de alguno que sea joven y se mantenga con vida en este mundo violento y enfermizo, les diré que recomiendo a todos los autores jóvenes venezolanos, porque debemos darles el apoyo que merecen sus pasiones. Héctor Torres y Mónica Montañés, son dos jóvenes que me han interesado siempre y he estado en algunos momentos cerca de sus divinos oficios. De los que tienen más edad: Alberto Hernández, César Chirinos, Angel Gustavo Infante, Orlando Chirinos…

¿Cuál es el libro más preciado de su biblioteca?

La Divina Comedia

¿Cómo es su biblioteca, tiene un lugar especial, un sistema para ordenarlos, cuántos tiene?

Mi biblioteca es un desastre, un caos. Y ni siquiera es mía: le pertenece a mi esposa. Ella trata de ordenarlos y yo los saco, los uso, los devuelvo arbitrariamente adonde haya un hueco.

¿Qué libro no pudo terminar de leer?

He terminado de leer todos los libros que he comenzado, aunque algunos me han llevado semanas… cuando hablo de comenzar me refiero a los libros cuyo primer capítulo he leído. En realidad, hay libros que al leer la primera página los he dejado para siempre, porque me han parecido una mala traducción o una escritura mediocre. Yo busco el placer de leer, la hazaña en el texto.

¿Que está leyendo actualmente?

El hombre común, de Chesterton

Recuerda con cuál libro se inició en la lectura

Sandokan, El tigre de la Malasia, de Salgari

¿Cuál fue el libro qué dejó una huella en ud?

Todos los libros buenos me han marcado y yo todavía no he marcado a nadie. Puedo mostrar las cicatrices que me dejó Moby Dick… pero la verdad es que el Viejo y el Nuevo Testamento están siempre en la primera fila. En especial el Nuevo Testamento porque Jesús es el poeta que me cautiva… luego el Apocalipsis es uno de los textos más asombrosos que he leído… se parece mucho a lo que Homero escribió cuando habló del escudo que le hicieron a Aquíles.

¿Cuál es el mejor lugar para escribir?

Mi casa. La casa de uno.

Un libro para iniciarse en la lectura

Depende de la edad. Para los niños que ya saben leer: Mi planta de naranja lima. Para los adolescentes: Los tres mosqueteros y Las mil y una noches. Para los jóvenes todo Vonnegut.

Un libro para soñar

Humor y amor de Aquiles Nazoa

Un libro para no leer

Memoria y cuenta de cualquier gobierno

Un libro para leer en el baño

Uno que te haga reír.

Libro de papel o electrónico

Prefiero el de papel porque tiene más posiciones que el kama Sutra: lo he dicho muchas veces. El electrónico no es un libro: es una biblioteca completa y por eso también lo cargo cuando viajo.

¿Recomienda hacer talleres y cursos literarios?

Sí. Pero lo determinante es leer mucho y escribir hasta el agotamiento.

¿Consejos para un principiante en la escritura?

Si no siente placer al escribir es mejor que no insista.

¿Considera que las redes sociales y el boom de la tecnología ayuda para la promoción de la literatura?

Esa promoción puede funcionar, pero la mejor es cuando varios lectores comienzan a recomendar un libro con sinceridad  y se multiplica la recomendación.

¿Qué le falta a su obra?

Mercado exterior y traducción. Si alguna vez en el exterior dicen que soy un buen escritor entonces mis paisanos me leerán.

¿Qué tan biográfica termina siendo su obra?

No escribo novelas, cuentos o poemas sobre alguien en particular. Ando por la vida fijándome en lo que la gente hace, siente, piensa y oculta. Me examino también, hurgo en mi subconsciencia y entonces escribo.

¿Cómo cierra el ciclo de una novela para empezar la otra, los personajes no le siguen merodeando en su cabeza?

Para eso tengo la ayuda de la poesía. La poesía me limpia el alma. Afina los conocimientos del alma. Cuando termino una novela ni siquiera la vuelvo a leer. Corrijo tanto, re-escribo tanto, que termino fastidiado.

 

¿La soledad, el amor, el desamor y la muerte son temas recurrentes en las escritores, en su obra se reflejan estos tópicos?

Yo escribo sobre la gente. Gente yendo, viniendo, sufriendo, haciendo cosas, fingiendo, equivocándose, acertando. Sí: esos temas son obligatorios porque son humanos. El tema, para mí, no es tan importante como el modo de escribir ese tema. Uno busca lo más parecido a una voz propia. Cosa difícil. En todo caso, se trata de saber usar la palabra. La antiquísima palabra que forma parte de nuestro ser. O que es el espíritu santo de nuestro ser.

Jorge Luis Borges trajo a colación esta cita de Steiner, que me parece pertinente:

«Po­seedor del habla, poseído por ésta, cuando la palabra eligió la tosquedad y flaqueza de la condición humana como morada de su propia vida imperiosa, la persona humana se liberó del gran silencio de la materia. O, para emplear la imagen de Ibsen, golpeado por el mar­tillo, el mineral insensato se ha puesto a cantar».

Publicado en la página web: Qué Leer

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