Los Poseídos

Barrio de ángeles

 

 

Jorge mató a Wilmer

Pedro mató a Jorge

Leandro mató a Pedro

entre cinco acribillaron a Leandro

y también murió

con un huequito en el pecho

y el plomo rebotando

entre las costillas y los pulmones

la niña Belkis

quien jugaba íngrima

saltando compartimientos

de ilusión y de tiza

allá va la madre de alguien

gritando

que quien trajo esas pistolas

que no hay papas

que no hay frijoles

que no hay solución

que no hay felicidad

pero hay pistolas

entonces un ángel baja

seguramente que han encargado a un ángel

para que descienda

sin hacer bulla

con sus plumas y sus blancuras

a buscar el alma de Belkis

y desde un poco mas arriba

de la valla de cigarrillos

el ángel mira el cuerpo de la niña

servido en su propia salsa

ketchup Martínez

¿y donde está el alma?

no encuentra el alma de Belkis

ni un soplo, ni un halo, ni un ectoplasma

el alma inmortal

llegan la policía y el forense

¿dónde está el alma?

te lo he dicho mil veces, todos los días,

que no se juega en el callejón

ahora no hay alma

el ángel va a perder su tiempo diamantino

por esta falta de consideración

el alma debe ser una especie de vapor dorado

una nubecita perfecta,

una cédula de identidad luminosa,

búsquenla por favor

el alma de Belkis Martínez

esa niña descuidada

que ha dejado a su abuela sin más ni más

y ahora ni siquiera

el presidente de la república sabe

quien va a ver

la telenovela conmigo

todas estas largas noches

que le quedan al municipio.

Del libro: Los poseídos. José Pulido. Editorial Pavilo. Premio Municipal de Poesía . Distrito Federal. 2000.

.

.

Con la tarde

.

Este es un atardecer

que te va a doler

el sol vaciado, derramado,

sucio de mugre

es una fogata universal

que desmejora

que no garantiza las próximas ilusiones

y te va a doler

porque la otra persona

te sentirá tal como eres

te dirá que no necesita

pasar nuevos atardeceres contigo

que si patatín que si patatán

tú sabes ni un placer

ni un contacto

ni cambio de información

y mucho menos

una asociación de carnes irreflexivas.

Este atardecer

será el final de un cielo de tardes

programadas

con muy mal gusto

por alguien que ni siquiera

sabía que tú ibas a existir.

Los dioses solo pueden

hacer el mal.

Ha llovido

y te beso con la mente

te escucho revuelta con el televisor

no hay música para acompaňar con la percusión

de las gotas y las hojas.

Te estoy pensando

como una operación matemática

el autobœs de medianoche se vac’a en la parada

un hombre quiere vomitar

una voz femenina se queja

y gorgotean las alcantarillas

no hay relinchos

no huele a pastos verdes y extensos

no hay rocío

olvídate de las frutas silvestres

carecemos de río

no hay peces ni tigres ni venados

no es posible tantear un nido colgante

hago un esfuerzo al besarte con el alma

no sé si regresarás con vida

del juego de video

no sé si las bestias de la cocina

te dejarán llegar a mí

pero ha llovido y a lo mejor me amas.

La vida debería premiar

con una galaxia

esos ojos tan profundos

esa boca tan superficial

ese cuerpo lúdico y arquitectónico

esa inteligencia sensual y trascendente.

Te ha ofrecido poco la vida

y tanto que tú le das

hasta dormida, cual muňeca descontinuada

hasta dormida cual pintura inconclusa

hasta dormida cuando solo queda tu cuerpo derretido

le ofreces a la vida una totalidad

y eso no es nada

Quién es testigo cuando te miro

y sé que eres demasiado

bien nacida y fresca

para estar tendida

en un cuarto pequeňo y amarillento?

?Quién puede testificar este dolor

inacabable e irreductible

de ver a una diosa atrapada en la perplejidad

las alas a medio salir,

los brazos quemados por aceite de cocina?

!Ay la diosa hermosa

encerrada en una vivienda prefabricada!

un lugar donde el sol es polvoriento,

donde las flores son de plástico

y los sueňos pesadillas económicas

la diosa hermosa allí

como una música retenida

y el hombre que la mira

y que la ama de este lado

muerto de tanto mirar

muerto de tanto fracasar

muerto de tanta política.

Muerto de amar caro

con un corazón tan barato.

Del libro: Los poseídos. José Pulido. Editorial Pavilo. Premio Municipal de Poesía . Distrito Federal. 2000.

.

.

Ciudadanía

.

Amo

el humo

vaporoso

que se levanta

sobrepasando las paredes

cernido por alambradas

húmedo y apestoso a ras de calles

vaho de azoteas asfaltadas

y circuidas de venenos

amo

a ese

cemento malicioso

amo el canto desesperado y aterido

de los miles de pájaros esclavizados en los balcones

mi corazón es un ruido de motos y sirenas

y palpita con el desamparo espectral de la gente

amo los pasillos rodantes de los buses

las aguas negras

los niňos tapiados

el temblor de los rieles subterráneos

el rumor de las neveras

la fosforescencia de los televisores

solo sé amar

mi corazón es una grieta

y me siento el humo

que se escapa por ella.

Casi no conozco las flores

he visto algunas

en refrigeradoras de floristerías

me han dicho «son flores»

pero no las he podido amar

concienzudamente

porque no sé en qué consiste una flor.

Tampoco sé qué va a ocurrir hoy

con las mujeres que cruzan

en estampida la ciudad

asustadas por una epidemia de ilusiones.

No hay idiosincrasia en el andén

no hay país en la butaca del cinematógrafo

amo el café como si fuera

la materia prima de mi alma

y cuando tengo la anestesia del desamor

busco el rocío

de los pajonales inventados y soňados

a través de la pequeňa ventana de mi baňo

que posee cielo propio

una montaňa un avión

una acumulación de polvo

de aňos y aňos

un pujido de sol

revelando huellas digitales

y bebés de araňas.

Me dicen que hay vacas

me cuentan que existen

rosales fuera de cautiverio

y siento un odio profundo

por la naturaleza

que nunca deja de agonizar

y mi gato regresa herido

de un remoto lugar

donde pasa la noche.

Todos los días deseo que vaya

y rasguňe a esa cosa

y traiga una muestra en las uňas.

Me gusta pensar que hay millones de rosas solas para siempre

bajo la cúpula celeste

solas como piedras

sí seňor, sí seňora, sé que las rosas piensan

y que están intrigadas allá lejos: solas

allá lejos: solas.

Sin embargo, nada me gusta más

que la tarde

cansándose

marchitándose

muriéndose

desplomándose

pudriéndose

como una vieja postal

encima de tu cuerpo.

Del libro: Los poseídos. José Pulido. Editorial Pavilo. Premio Municipal de Poesía . Distrito Federal. 2000.

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